Mi gente, escribí La Veinte cuando estudié en Cuba en el 2001. Me quedé tan impresionado con el vocabulário y los sistemas de transporte público que tuve que volver a hacer mi maestría en La Universidad de la Habana (2002-2004)! Esta fábula o cuentico (o lo que sea) penetra el uso de verbos que tiene su sentido apenas en las guaguas de Cuba. Es la historia de un extranjero encontrándose dentro y fuera del sistema.
La Veinte
El hombre está parado al final de la guagua mirando por la ventanilla. Le
pregunto, “¿se queda?”, y me responde, “no, en la próxima.” ¿Me oyó mal? ¿Pensó que
había dicho ‘¿va a bajar?’ Ahora una vieja se acerca apurada y me pregunta, “¿se queda?”
y como yo me quedo en la guagua le respondo que “sí”.
“Pues, dale muchacho, ¡muévete!”
“No, señora, que yo me quedo aquí.”
“Por eso mismo, ¡bájate niño!” Confuso, respondo, “pase usted, yo bajo en la
próxima.”
“Ay por dios, pero tu estás medio loco. Permiso, que yo me quedo aquí,” y se
baja, todavía insultándome con algunos pasajeros igualmente confusos. Curioso.
Otro día un chamaco me pregunta, “¿se queda?”
“No, voy a bajar aquí,” respondo bien claro para que no se confunda. Me mira con
asombro. ¿Pasó algo? ¿Se dio cuenta que venía de afuera? ¿Quién sabe? Yo bajo.
Al día siguiente, para poderme avanzar en la lucha hacia la puerta, pregunto si se
queda a un señor quien estaba al lado mío. Dice que “sí”, y un momento después baja y
sigue caminando por La Rampa. Me imagino que cambió de opinión, ¡pero parecía tan
relajado!
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(Jacob Dyer Spiegel | La Veinte © 2001. All Rights Reserved.)
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